¡Tu carrito está actualmente vacío!
New El Velo de la Lujuria de Loki

Capítulo Uno: El Sol Moribundo de Asgard
El sol agonizante de Asgard sangraba carmesí en el cielo, sus rayos oblicuos derramándose sobre el palacio destrozado. La cúpula dorada había colapsado hace tiempo por un lado, exponiendo fisuras dentadas que se abrían como heridas. El viento arremolinaba el polvo en el salón, formando remolinos inquietos. Thor, el Dios del Trueno, estaba sentado en el trono, sus anchos hombros sosteniendo una armadura maltrecha por la batalla. La placa pectoral estaba surcada de arañazos, pero su musculatura seguía siendo inquebrantable, forjada como hierro templado. Su rostro, de ángulos marcados, estaba enmarcado por un cabello dorado desordenado que caía sobre su frente. Sus ojos azules, cansados pero regios, brillaban con una autoridad intacta. Junto al trono descansaba Mjölnir, inclinado, con grietas en el mango que parecían susurrar la fragilidad de Asgard en un testimonio silencioso.
En el salón de banquetes, los braseros crepitaban y chispeaban, su resplandor proyectando sombras mientras los guerreros alzaban sus copas en canciones estridentes, ahogando la desolación posterior a la guerra en un clamor. Thor dio un sorbo de hidromiel, su nuez de Adán subiendo y bajando mientras su mano áspera aferraba con fuerza la jarra. Su mirada, casi sin querer, se deslizó hacia las sombras—donde estaba Loki.
Loki se apoyaba contra un pilar fracturado, su figura esbelta envuelta en una túnica de negro y verde. El dobladillo ondeaba ligeramente, revelando la curva pálida de su pantorrilla. Su rostro era un estudio de refinamiento, mucho más delicado que el de Thor—rasgos esculpidos como por la hoja de un escultor, labios finos curvados en una sonrisa enigmática. Sus ojos esmeralda centelleaban bajo la luz del fuego, profundos y serpentinos, tanto peligrosos como seductores. Su cintura era flexible como un sauce al viento, y el leve contorno de sus caderas bajo los pantalones ajustados insinuaba una belleza completamente distinta a la rudeza de Thor.
“Hermano, pareces bastante sombrío esta noche,” ronroneó Loki, su voz un susurro bajo y sedoso, como terciopelo rozando la piel. Avanzó con pasos ligeros como los de un gato. Thor frunció el ceño, su réplica áspera cortando el aire: “Ahórrame tus tonterías, Loki. No estoy de humor para tus juegos.” Sin embargo, sus ojos lo traicionaron, deteniéndose en los labios de Loki—esas curvas carnosas y rosadas que le apretaron la garganta.
La risa de Loki fue astuta, con un destello de travesura. Se detuvo a dos pasos de Thor, sus dedos esbeltos trazando el aire, desatando una sutil onda de magia que se infiltró en la mente de Thor. Era la semilla de una ilusión, delicada pero letal, filtrándose en su torrente sanguíneo como veneno. La cabeza de Thor se tambaleó; ante él destellaron visiones borrosas—dos hombres entrelazados en un abrazo desnudo, cuerpos resbaladizos por el sudor, respiraciones entrecortadas y mezcladas. Sacudió la cabeza con fuerza, intentando desterrar la absurdidad, pero un hilo de confusión se enroscó en su interior: ¿Qué demonios es esto? ¿Por qué estoy viendo tales cosas?
“Hermano, estás divagando,” la voz de Loki lo trajo de vuelta. Se había acercado más, lo suficiente como para que Thor captara el tenue aroma a hierbas en él, terroso y embriagador. Los dedos de Loki se aventuraron a su hombro, deslizándose ligeramente sobre el borde de la armadura para rozar su piel febril. Los músculos de Thor se tensaron, el instinto lo urgía a apartarlo, pero no se movió. Bajó la vista hacia esos ojos verdes, buscando algo que no podía nombrar, su pulso acelerándose inexplicablemente.
“Aléjate, Loki,” gruñó Thor, su voz ronca con un filo antinatural. Loki no retrocedió; en cambio, se inclinó más cerca, sus labios casi rozando la oreja de Thor mientras susurraba, “¿De verdad puedes decir que no sientes nada, hermano?” Su aliento cálido golpeó la piel de Thor, y el dios del trueno se puso en pie de un salto, su imponente figura casi derribando a Loki. En ese instante fugaz, inhaló el aroma de su hermano—dulce y embriagador como vino de miel—y su mente se tambaleó.
Loki dio un paso atrás, su sonrisa se profundizó, aunque una tormenta de intenciones bullía en su interior. La ilusión había echado raíces; la resolución férrea y heterosexual de Thor se estaba desmoronando. El objetivo de Loki era simple: doblegar a este poderoso hermano a su voluntad, hacerlo ceder, incluso si era por medios prohibidos. Envidaba el resplandor de Thor, resentía cómo Thor nunca lo veía realmente, pero anhelaba que esos ojos azules se fijaran únicamente en él—llenos, de ser necesario, de lujuria.
Thor se frotó las sienes, luchando por disipar las imágenes persistentes. Sin notarlo, sus dedos temblaban levemente contra el reposabrazos del trono.
Capítulo Dos: Una Perspectiva Cambiante
El campo de entrenamiento al amanecer resonaba con el choque de metal contra metal, el sonido reverberando entre las paredes rotas. Thor estaba con el torso desnudo, el sudor trazando riachuelos por su amplia espalda, sus músculos abultándose como crestas montañosas, reluciendo bajo el sol. Sus brazos, gruesos y poderosos, cortaban el aire con cada golpe, el cabello dorado pegado a su frente por la transpiración. Sus rasgos se endurecían con el esfuerzo, exudando una vigorosa masculinidad. Sus caderas, enfundadas en ajustados pantalones de batalla, eran sólidas como roca, cada paso irradiando fuerza.
Loki permanecía cerca, con una espada delgada en la mano, su postura grácil como la de un bailarín. Su túnica colgaba abierta, dejando al descubierto un pecho pálido y suave y clavículas tan finamente labradas que parecían esculpidas. Su cintura era esbelta, sus caderas balanceándose sutilmente bajo los pantalones ceñidos, la curva de su trasero una provocación tentadora—un contraste marcado con la fuerza bruta de Thor.
“Ven, hermanito, entrena conmigo,” sonrió Thor, su voz retumbando, buscando enterrar la inquietud de la noche anterior en el combate. Loki arqueó una ceja y aceptó. Tras unos pocos intercambios, fingió un traspié, cayendo sobre Thor. Por reflejo, Thor lo atrapó, sus manos callosas sujetando la cintura de Loki, el calor flexible quemándole las palmas.
“¡Ten cuidado!” gruñó Thor, pero no lo soltó. Loki se presionó más cerca, su pecho rozando los pectorales tensos de Thor, su sudor mezclándose en la piel. Inclinó la cabeza, sus ojos verdes clavándose en los de Thor, los labios entreabiertos: “Hermano, tus manos están tan calientes.” La garganta de Thor se movió, una tempestad agitándose dentro: Este tramposo… ¿por qué esto se siente… bien? La ilusión le susurraba, empujándolo a ver el contacto entre hombres como algo sin importancia—quizás incluso placentero.
Loki se retorció para liberarse, simulando un forcejeo, su codo “accidentalmente” rozando los abdominales de Thor, los dedos acariciando su estómago firme. Thor gruñó, el calor acumulándose abajo mientras su miembro se endurecía, engrosándose bajo los pantalones hasta tensarlos visiblemente. Aturdido, empujó a Loki hacia atrás, sin aliento: “¡Basta de juegos!” Pero sus ojos lo delataron, nublados por una bruma de deseo.
Loki se estabilizó, lamiéndose los labios, una risa silenciosa en su pecho: Hermano, no puedes escapar. Se inclinó para recoger su espada caída, las caderas elevadas, la curva de su trasero balanceándose ante la mirada de Thor. Thor giró la cabeza, pero no antes de echar un vistazo, pensando, Ese pequeño bastardo… ¿lo hace a propósito, verdad? La ilusión suavizó su resistencia, susurrando que un vínculo más profundo con su hermano no era tan extraño.
Tras el entrenamiento, se sentaron juntos en un muro roto. Thor le pasó a Loki una cantimplora, sus gruesos dedos rozando los finos de Loki. No se retiró, estudiando el perfil de Loki—ese rostro exquisito, radiante bajo la luz del sol. Loki bebió, el agua goteando por su barbilla hasta su cuello, y la garganta de Thor se secó al mirarlo.
“Hermano, ¿por qué me miras?” Loki ladeó la cabeza, su sonrisa traviesa. Thor tosió, gruñendo, “Nada.” Sin embargo, dentro, luchaba: ¿Estoy loco? ¿Por qué lo encuentro… hermoso? La semilla de la ilusión brotó; su mirada se demoró en Loki, ya no solo fraternal, sino teñida de algo innombrable.
Esa noche, Thor yacía en su cama de piedra, el torso desnudo cubierto por una manta fina, los músculos subiendo y bajando bajo la luz de la luna. Cerró los ojos, solo para soñar con Loki—desnudo, la piel resplandeciente, las caderas arqueadas invitadoramente. Se despertó de golpe, empapado en sudor, su miembro palpitando dolorosamente. “Maldita sea, ¿qué clase de sueño fue ese?” gruñó, pero no pudo negar que su corazón latía con fuerza.
En las sombras afuera, Loki observaba a través de un espejo mágico, viendo la forma inquieta de Thor. Sus labios finos se curvaron en triunfo. Sabía que las defensas de Thor se derrumbaban—y lo que deseaba apenas comenzaba.
Capítulo Uno: El Sol Moribundo de Asgard
El sol agonizante de Asgard sangraba carmesí en el cielo, sus rayos oblicuos derramándose sobre el palacio destrozado. La cúpula dorada había colapsado hace tiempo por un lado, exponiendo fisuras dentadas que se abrían como heridas. El viento arremolinaba el polvo en el salón, formando remolinos inquietos. Thor, el Dios del Trueno, estaba sentado en el trono, sus anchos hombros sosteniendo una armadura maltrecha por la batalla. La placa pectoral estaba surcada de arañazos, pero su musculatura seguía siendo inquebrantable, forjada como hierro templado. Su rostro, de ángulos marcados, estaba enmarcado por un cabello dorado desordenado que caía sobre su frente. Sus ojos azules, cansados pero regios, brillaban con una autoridad intacta. Junto al trono descansaba Mjölnir, inclinado, con grietas en el mango que parecían susurrar la fragilidad de Asgard en un testimonio silencioso.
En el salón de banquetes, los braseros crepitaban y chispeaban, su resplandor proyectando sombras mientras los guerreros alzaban sus copas en canciones estridentes, ahogando la desolación posterior a la guerra en un clamor. Thor dio un sorbo de hidromiel, su nuez de Adán subiendo y bajando mientras su mano áspera aferraba con fuerza la jarra. Su mirada, casi sin querer, se deslizó hacia las sombras—donde estaba Loki.
Loki se apoyaba contra un pilar fracturado, su figura esbelta envuelta en una túnica de negro y verde. El dobladillo ondeaba ligeramente, revelando la curva pálida de su pantorrilla. Su rostro era un estudio de refinamiento, mucho más delicado que el de Thor—rasgos esculpidos como por la hoja de un escultor, labios finos curvados en una sonrisa enigmática. Sus ojos esmeralda centelleaban bajo la luz del fuego, profundos y serpentinos, tanto peligrosos como seductores. Su cintura era flexible como un sauce al viento, y el leve contorno de sus caderas bajo los pantalones ajustados insinuaba una belleza completamente distinta a la rudeza de Thor.
“Hermano, pareces bastante sombrío esta noche,” ronroneó Loki, su voz un susurro bajo y sedoso, como terciopelo rozando la piel. Avanzó con pasos ligeros como los de un gato. Thor frunció el ceño, su réplica áspera cortando el aire: “Ahórrame tus tonterías, Loki. No estoy de humor para tus juegos.” Sin embargo, sus ojos lo traicionaron, deteniéndose en los labios de Loki—esas curvas carnosas y rosadas que le apretaron la garganta.
La risa de Loki fue astuta, con un destello de travesura. Se detuvo a dos pasos de Thor, sus dedos esbeltos trazando el aire, desatando una sutil onda de magia que se infiltró en la mente de Thor. Era la semilla de una ilusión, delicada pero letal, filtrándose en su torrente sanguíneo como veneno. La cabeza de Thor se tambaleó; ante él destellaron visiones borrosas—dos hombres entrelazados en un abrazo desnudo, cuerpos resbaladizos por el sudor, respiraciones entrecortadas y mezcladas. Sacudió la cabeza con fuerza, intentando desterrar la absurdidad, pero un hilo de confusión se enroscó en su interior: ¿Qué demonios es esto? ¿Por qué estoy viendo tales cosas?
“Hermano, estás divagando,” la voz de Loki lo trajo de vuelta. Se había acercado más, lo suficiente como para que Thor captara el tenue aroma a hierbas en él, terroso y embriagador. Los dedos de Loki se aventuraron a su hombro, deslizándose ligeramente sobre el borde de la armadura para rozar su piel febril. Los músculos de Thor se tensaron, el instinto lo urgía a apartarlo, pero no se movió. Bajó la vista hacia esos ojos verdes, buscando algo que no podía nombrar, su pulso acelerándose inexplicablemente.
“Aléjate, Loki,” gruñó Thor, su voz ronca con un filo antinatural. Loki no retrocedió; en cambio, se inclinó más cerca, sus labios casi rozando la oreja de Thor mientras susurraba, “¿De verdad puedes decir que no sientes nada, hermano?” Su aliento cálido golpeó la piel de Thor, y el dios del trueno se puso en pie de un salto, su imponente figura casi derribando a Loki. En ese instante fugaz, inhaló el aroma de su hermano—dulce y embriagador como vino de miel—y su mente se tambaleó.
Loki dio un paso atrás, su sonrisa se profundizó, aunque una tormenta de intenciones bullía en su interior. La ilusión había echado raíces; la resolución férrea y heterosexual de Thor se estaba desmoronando. El objetivo de Loki era simple: doblegar a este poderoso hermano a su voluntad, hacerlo ceder, incluso si era por medios prohibidos. Envidaba el resplandor de Thor, resentía cómo Thor nunca lo veía realmente, pero anhelaba que esos ojos azules se fijaran únicamente en él—llenos, de ser necesario, de lujuria.
Thor se frotó las sienes, luchando por disipar las imágenes persistentes. Sin notarlo, sus dedos temblaban levemente contra el reposabrazos del trono.
Capítulo Dos: Una Perspectiva Cambiante
El campo de entrenamiento al amanecer resonaba con el choque de metal contra metal, el sonido reverberando entre las paredes rotas. Thor estaba con el torso desnudo, el sudor trazando riachuelos por su amplia espalda, sus músculos abultándose como crestas montañosas, reluciendo bajo el sol. Sus brazos, gruesos y poderosos, cortaban el aire con cada golpe, el cabello dorado pegado a su frente por la transpiración. Sus rasgos se endurecían con el esfuerzo, exudando una vigorosa masculinidad. Sus caderas, enfundadas en ajustados pantalones de batalla, eran sólidas como roca, cada paso irradiando fuerza.
Loki permanecía cerca, con una espada delgada en la mano, su postura grácil como la de un bailarín. Su túnica colgaba abierta, dejando al descubierto un pecho pálido y suave y clavículas tan finamente labradas que parecían esculpidas. Su cintura era esbelta, sus caderas balanceándose sutilmente bajo los pantalones ceñidos, la curva de su trasero una provocación tentadora—un contraste marcado con la fuerza bruta de Thor.
“Ven, hermanito, entrena conmigo,” sonrió Thor, su voz retumbando, buscando enterrar la inquietud de la noche anterior en el combate. Loki arqueó una ceja y aceptó. Tras unos pocos intercambios, fingió un traspié, cayendo sobre Thor. Por reflejo, Thor lo atrapó, sus manos callosas sujetando la cintura de Loki, el calor flexible quemándole las palmas.
“¡Ten cuidado!” gruñó Thor, pero no lo soltó. Loki se presionó más cerca, su pecho rozando los pectorales tensos de Thor, su sudor mezclándose en la piel. Inclinó la cabeza, sus ojos verdes clavándose en los de Thor, los labios entreabiertos: “Hermano, tus manos están tan calientes.” La garganta de Thor se movió, una tempestad agitándose dentro: Este tramposo… ¿por qué esto se siente… bien? La ilusión le susurraba, empujándolo a ver el contacto entre hombres como algo sin importancia—quizás incluso placentero.
Loki se retorció para liberarse, simulando un forcejeo, su codo “accidentalmente” rozando los abdominales de Thor, los dedos acariciando su estómago firme. Thor gruñó, el calor acumulándose abajo mientras su miembro se endurecía, engrosándose bajo los pantalones hasta tensarlos visiblemente. Aturdido, empujó a Loki hacia atrás, sin aliento: “¡Basta de juegos!” Pero sus ojos lo delataron, nublados por una bruma de deseo.
Loki se estabilizó, lamiéndose los labios, una risa silenciosa en su pecho: Hermano, no puedes escapar. Se inclinó para recoger su espada caída, las caderas elevadas, la curva de su trasero balanceándose ante la mirada de Thor. Thor giró la cabeza, pero no antes de echar un vistazo, pensando, Ese pequeño bastardo… ¿lo hace a propósito, verdad? La ilusión suavizó su resistencia, susurrando que un vínculo más profundo con su hermano no era tan extraño.
Tras el entrenamiento, se sentaron juntos en un muro roto. Thor le pasó a Loki una cantimplora, sus gruesos dedos rozando los finos de Loki. No se retiró, estudiando el perfil de Loki—ese rostro exquisito, radiante bajo la luz del sol. Loki bebió, el agua goteando por su barbilla hasta su cuello, y la garganta de Thor se secó al mirarlo.
“Hermano, ¿por qué me miras?” Loki ladeó la cabeza, su sonrisa traviesa. Thor tosió, gruñendo, “Nada.” Sin embargo, dentro, luchaba: ¿Estoy loco? ¿Por qué lo encuentro… hermoso? La semilla de la ilusión brotó; su mirada se demoró en Loki, ya no solo fraternal, sino teñida de algo innombrable.
Esa noche, Thor yacía en su cama de piedra, el torso desnudo cubierto por una manta fina, los músculos subiendo y bajando bajo la luz de la luna. Cerró los ojos, solo para soñar con Loki—desnudo, la piel resplandeciente, las caderas arqueadas invitadoramente. Se despertó de golpe, empapado en sudor, su miembro palpitando dolorosamente. “Maldita sea, ¿qué clase de sueño fue ese?” gruñó, pero no pudo negar que su corazón latía con fuerza.
En las sombras afuera, Loki observaba a través de un espejo mágico, viendo la forma inquieta de Thor. Sus labios finos se curvaron en triunfo. Sabía que las defensas de Thor se derrumbaban—y lo que deseaba apenas comenzaba.
Días después, Thor llevó a Loki fuera del palacio hacia un lago boscoso en el borde de Asgard. Necesitaba un respiro—el peso de la guerra y la realeza lo había agotado, y la sugerencia de Loki le venía bien. Árboles antiguos rodeaban el lago, su superficie reflejando la luz de las estrellas, las aguas cálidas zumbando con un leve aliento mágico. Thor se quitó la armadura, el torso desnudo brillando con sudor, los músculos enroscados como los de una bestia. Su trasero era duro como roca, su miembro inquieto bajo los pantalones.
Loki estaba en la orilla, la túnica cayendo al suelo, revelando un cuerpo albino y esbelto. Su pecho era liso, la cintura delicada como porcelana, el trasero firme y apetitoso. Entró en el agua, las salpicaduras empapando su cabello oscuro, los ojos verdes destellando seductoramente bajo las estrellas. “Hermano, acompáñame,” arrulló, la voz un anzuelo aterciopelado.
Thor tragó saliva, la ilusión ya había cementado su deseo. Se despojó de los pantalones, el miembro saltando libre, rígido como acero. Entró al lago, su figura imponente agitando olas, los músculos reluciendo en el brillo húmedo. Abrazó a Loki, los pectorales aplastando su espalda, mordiendo su lóbulo, gruñendo: “¿Intentando tentarme otra vez?”
Loki rio, girándose para reclamar los labios de Thor, la lengua enredándose con la suya en un beso descuidado y ardiente. Las manos de Thor agarraron el trasero de Loki, amasándolo hasta deformarlo, luego lo presionó contra una roca junto al lago. El agua salpicó sobre ellos mientras las piernas de Loki se engancharon alrededor de su cintura, el trasero frotándose contra su miembro. “Loki, eres un maldito peligro,” gruñó Thor, embistiendo con fuerza, su grueso miembro hundiéndose en Loki una vez más.
El lago se ondulaba con su ritmo, los gemidos de Loki llevados por el viento, su trasero enrojeciéndose por el asalto, las paredes internas apretando el miembro de Thor. Thor lo penetró profundo y brutal, el sudor mezclándose con el agua del lago, los pectorales abultándose con el esfuerzo. Sus ojos azules perforaron a Loki, gruñendo: “Eres mío, pequeño hermano.” Loki jadeó, la cabeza echada atrás, su plan desmoronándose: había buscado dominar, pero esta posesión cruda lo consumía también.
El agua golpeaba sus formas entrelazadas, la luz de las estrellas bañando su piel. Los brazos de Thor sostenían la roca, las venas abultadas, el sudor corriendo por su espalda mientras su miembro entraba y salía, resbaladizo e implacable. Loki yacía bajo él, el cabello negro pegado al rostro, la piel brillante por el agua, las piernas temblando alrededor de la cintura de Thor. Su miembro se alzaba, goteando contra los abdominales de Thor, los gemidos escapando de sus labios finos, entrecortados: “Hermano… tan feroz…”
Thor rugió, mordiendo el cuello de Loki, dejando marcas, las manos ásperas aferrando su trasero, la carne cediendo. Respiraba con dificultad, la voz ronca: “Loki, pequeño bastardo… me haces no poder parar.” Embistió con fuerza, el miembro enterrado profundamente, haciendo que las paredes internas se contrajeran. Los gemidos de Loki se alzaron, el trasero elevado, apretando a Thor como exprimiéndolo. Thor gruñó: “Loki, estás demasiado apretado…” Besó sus labios salvajemente, la lengua irrumpiendo con rudeza, enredándose en calor.
En el beso, los pectorales de Thor aplastaron el pecho de Loki, el sudor fusionándose en su piel. Los dedos de Loki arañaron la espalda de Thor, las uñas dejando líneas rojas, su miembro estallando, el semen pintando los pectorales de Thor en rayas pegajosas. Thor gimió, embistiendo más fuerte, luego rugió al correrse, inundando el interior de Loki, el calor haciendo que temblara y se apretara más.
Exhausto, Thor se desplomó junto a Loki, el agua del lago lamiéndolos. Loki se acurrucó contra él, el brazo pálido sobre su pecho, los dedos trazando los pectorales húmedos. Thor besó su frente, la mano acariciando su espalda, murmurando: “Eres mío, hermano.” Sus ojos azules ardían de posesión. Loki lamió sus labios hinchados, pensando: He ganado… ¿pero por qué esto ya no se siente como un juego?
Capítulo Cinco: Tabú Eterno
Días después, en el campo de batalla de la frontera de los Nueve Reinos, la tierra quemada apestaba a sangre, los picos lejanos ardiendo con fuego carmesí. Thor había repelido a los restos de los gigantes de hielo, su armadura cubierta de sangre, Mjölnir goteando con la sangre de sus enemigos. Se alzaba en medio del caos, un coloso, los pectorales palpitando bajo la armadura rota, el cabello dorado alborotado por el viento, los rasgos tallados como los de un dios de la guerra. Su trasero seguía firme, los pantalones de batalla ceñidos, el miembro faintly perfilado en el calor residual del combate.
Loki observaba desde lejos, la túnica ondeando al viento, mostrando pantorrillas pálidas y una curva tentadora de la cadera. Sus ojos verdes seguían a Thor, los labios finos curvándose con emociones complejas. Tras la pelea, Thor entró en una tienda rudimentaria, Loki siguiéndolo. Dentro, solo había una manta de piel y una lámpara de aceite tenue, el entorno rústico resaltando la intimidad a punto de estallar.
Thor se quitó la armadura, el torso desnudo manchado de sudor y sangre, los músculos ondulando bajo la luz débil. Tiró de Loki hacia él, inmovilizándolo contra la manta, los pectorales presionando su pecho, gruñendo: “Loki, pensé que huirías.” Loki sonrió, los dedos esbeltos acariciando el rostro de Thor, rasgos exquisitos como una pintura: “Hermano, no voy a ninguna parte.” Besó los labios de Thor, la lengua deslizándose dentro, tierna pero feroz.
La mano de Thor bajó al trasero de Loki, amasándolo a través de la tela antes de rasgar los pantalones, exponiendo muslos pálidos y un trasero que aceleraba la sangre. Mordió la clavícula de Loki, dejando marcas rojas, preguntando con voz ronca: “¿Todavía me deseas, verdad?” Loki jadeó, asintiendo, los ojos verdes brillando con verdad: “Hermano, solo te quiero a ti.”
Thor no dudó, quitándose los pantalones, el miembro saltando libre, duro como hierro. Volteó a Loki sobre sus rodillas, el trasero alzado. Thor se inclinó, lamiendo la hendidura de su trasero, la lengua áspera barriendo con calor húmedo, provocándolo sin piedad. Loki gimió, las caderas oscilando, pensando: Él realmente… ¿he ganado de verdad? Los dedos de Thor se deslizaron dentro, el calor apretado volviéndolo loco mientras gruñía: “Loki, tú sí que sabes tentar.”
Los preliminares fueron breves pero intensos. Thor hundió las caderas, el miembro masivo entrando profundamente, enrojeciendo el trasero de Loki con cada golpe. Loki mordió la manta, los gemidos ahogados, las paredes internas succionando a Thor. Thor lo penetró profundo y duro, el sudor goteando sobre la espalda de Loki, los pectorales abultándose. “Eres mío. Nadie te quitará,” rugió. Loki jadeó, respondiendo: “Hermano… yo también soy tuyo.”
En el clímax, Thor embistió con fuerza varias veces, liberando un torrente de calor dentro de Loki, haciéndolo temblar. El miembro de Loki también se liberó, el semen salpicando la manta en un charco pegajoso. Thor, jadeando, abrazó a Loki, las manos ásperas acariciando su espalda, besando su frente, nariz y labios, murmurando: “Sea lo que sea, contigo lo acepto todo.” Loki se acurrucó contra él, los ojos verdes brillando con lágrimas, pensando: Quería controlarte, pero ahora solo quiero que me ames.
Fuera de la tienda, los tambores de guerra se desvanecían, la luz de las estrellas colándose por las rendijas, iluminando sus figuras abrazadas. La ruina de Asgard persistía, los Nueve Reinos temblaban, pero Thor y Loki eligieron un apego secreto. La ilusión de Loki había iniciado su amor; el corazón de Thor lo hizo eterno.
[Fin]
Deja una respuesta